10/01/2019 | Jordi Muñoz
Uno de los tópicos más repetidos desde la emergencia electoral de Vox en Andalucía es que, finalmente, España se asemeja al resto de países europeos y ya dispone de su propio partido de derecha radical como tienen en Francia, Italia, Suiza, Austria, Alemania, Grecia, Suecia o Noruega, entre otros. Ya somos plenamente europeos, dicen algunos analistas españoles. Y, junto con el tópico más o menos ocurrente, vienen también los análisis precipitados.
De inmediato recurrieron a las plantillas de análisis que se han aplicado a aquellos países. Son esquemas de interpretación que nos hablan de votantes de clases trabajadoras, muchos de ellos antiguos votantes de la izquierda, que basculan hacia la extrema derecha como reacción, fundamentalmente, a la inmigración. Son los perdedores de la globalización, que compiten con los nuevos inmigrantes por puestos de trabajo de baja cualificación y por el acceso a los servicios y prestaciones del estado de bienestar. Son, en otra versión, votantes mayoritariamente de bajo nivel educativo, motivados por una sensación de amenaza cultural, a menudo residentes en el mundo rural. La creciente diversidad les genera una percepción de que su forma de vida tradicional está en riesgo y desarrollan un rechazo xenófobo a la inmigración que los partidos de la nueva derecha radical aprovechan electoralmente.
Si bien estos análisis, en la mayoría de los casos, no recogen toda la complejidad de las coaliciones interclasistas que se han construido alrededor de la nueva extrema derecha, en el caso de Vox resultan especialmente inapropiados. Todos los datos de que disponemos apuntan de manera muy consistente en la dirección opuesta. Vox es, prácticamente a todos los efectos, una escisión electoral del PP. Su electorado está compuesto, fundamentalmente, por antiguos votantes del PP. Es un partido que, en general, obtiene sus mejores resultados en las zonas más acomodadas, feudos tradicionales de la derecha en Andalucía. Son, sobre todo, zonas urbanas, donde hay una mayor proporción de gente con estudios superiores. En general, por tanto, los votantes de Vox no viven en zonas deprimidas, ni rurales, ni de fuerte presencia de inmigrantes y, por consiguiente, difícilmente responden al patrón típico del votante de la nueva extrema derecha que hemos descrito más arriba. Si tuviésemos que recurrir a tópicos, por tanto, diríamos que los votantes de Vox son más bien señoritos de la derecha tradicional andaluza que han abandonado la casa común del PP para votar una opción más extrema.
Conviene, de todos modos, no simplificar en la otra dirección. Hay algún matiz potencialmente importante que hacer en este retrato, y es fundamentalmente en Almería. Es la única de las ocho provincias andaluzas en que la correlación entre zonas acomodadas, con altos niveles de estudios superiores, y el voto a Vox se debilita significativamente. En algunos de los municipios en los que Vox obtuvo sus mejores resultados hay una fuerte presencia de inmigración que trabaja en la agricultura y tiene un historial de ataques xenófobos y de rechazo a la inmigración, como El Ejido, que es el único municipio de toda Andalucía en el que Vox fue la fuerza más votada.
Los votantes de Vox, así, no parecen responder a la imagen que hemos ido construyendo del electorado de la nueva extrema derecha europea. Tampoco el perfil ideológico del partido coincide con el de la nueva derecha radical populista que ha ido ganando terreno en otros países europeos. Como ha explicado la profesora de la UAB Eva Anduiza, el discurso de Vox carece del componente populista y antielitista que es tan central en el discurso de muchos de estos partidos. De hecho, los dirigentes de Vox, como sus votantes, provienen básicamente del PP. Eso sí, el autoritarismo, el nativismo, el nacionalismo español tradicional y el rechazo del cambio cultural impulsado por el feminismo desempeñan un papel central y contribuyen a conformar un perfil ideológico más vinculado a la extrema derecha tradicional que no a la nueva derecha radical. En este sentido, tal vez, Vox no es tan europeo como dicen estos días. Ahora bien, es cierto que la nueva extrema derecha europea es, sin duda, una familia bastante heterogénea y cambiante. Y el perfil neofranquista de Vox no le impide mantener lazos y conexiones con algunas de las formaciones de esta inquietante familia política.
Posiblemente estas diferencias importantes con respecto al origen, perfil sociológico e ideario ayudan a explicar por qué parece que la coalición de derechas en Andalucía está formándose sin apenas obstáculos. Ciudadanos sufre, en apariencia, más contradicciones. Pero el PP no parece que se haya planteado siquiera otra hipótesis que no sea pactar con Vox para conseguir el gobierno en Andalucía, a diferencia de lo que ha pasado a menudo en otros países europeos, donde los partidos conservadores han tendido, en su mayoría, a marcar distancias con la extrema derecha. Pero es posible que el PP tampoco sea tan europeo como dicen.
29/12/2018
https://www.ara.cat/opinio/Vox-fenomen-europeu_0_2152584774.html?utm_campaign=_newsopinador&utm_source=ara&utm_medium=email
Traducción: viento sur
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