domingo, 29 de abril de 2018

Historia de la LCR

Desde el Colectivo Anticapitalista queremos recomendar efusivamente el libro Historia de la LCR editado por Viento Sur. Ahora está disponible en abierto el capítulo 5: "La lucha en las cárceles franquistas".


Capítulo 5. La lucha en las cárceles franquistas.

Por Acacio Puig

El capítulo 5 y anexos dedicado a nuestras luchas en las cárceles del franquismo da cuenta de los desafíos, solidaridades y resistencias desplegados entre aquellos cuatro muros por hombres y mujeres de LCR y ETA VI, recluídos en cárceles y penales durante los últimos años de la dictadura. Luchas, debates, castigos, logros… y también procesos de aproximación y apoyo mutuo, desplegados en el oscuro paisaje delimitado por los enclaves penitenciarios de Basauri, Martutene, Carabanchel, Soria, Segovia, Burgos, Jaén, Palencia, Puerto, Yeserías y Alcalá de Henares.

Quizá el sobrio estilo de un libro de historia como éste excluye la dimensión subjetiva y apasionada de lo sufrido por quienes entonces éramos jóvenes militantes, dramáticamente amputados de la vida en libertad y de la efervescencia política que batía el mundo exterior durante el crepúsculo del franquismo. Pero quizá esa sobriedad del escrito fue también el mejor modo de distanciarse, de buscar la objetividad en el relato de aquellos años de presidio, contestación al régimen y su aparato penitenciario, en definitiva de militancia desde el encierro.

Las cárceles eran de por sí un mundo. Un pequeño mundo en que había que defender la dignidad como presos frente a unas condiciones de vida marcadas por la amenaza, la inseguridad y las arbitrariedades propias del cuerpo de funcionarios de prisiones, una correa de transmisión de la brutalidad del régimen (y las excepciones confirmaban la regla).

Por eso, la lucha por la humanización de las condiciones de vida tuvo el horizonte –nunca alcanzado– del establecimiento y respeto del Estatuto del Preso Político enunciado por las más progresistas declaraciones internacionales. Y por eso también el combate contra la tortura (confinamiento en celdas de castigo, humillaciones y palizas…) formó parte de nuestras acciones. En definitiva, nos situábamos así en el linaje de quienes –ciertamente en condiciones más inhumanas– nos habían precedido antaño en las cárceles y campos de concentración del franquismo.

Pero es cierto también que las cárceles fueron un mundo permeado por el mundo exterior a través de noticias, comunicaciones con familiares y abogados, publicaciones clandestinas que llegaban a través de imaginativos canales. Todo ello permitía mantenernos políticamente activos, organizar seminarios, debates y asambleas, encuentros de grupos políticos e incentivaba el jugárnosla en acciones de solidaridad y denuncia (plantes, boicots, huelgas de hambre…). Acciones que se orientaban hacia la libertad de presos políticos, el regreso de exiliados, incluso la amnistía de represaliados laborales y la solidaridad con las movilizaciones que en las calles rechazaban juicios en que se seguía condenando a penas de muerte.

Si en 1970 las movilizaciones lograron vencer al Tribunal de Guerra de Burgos, en 1974 perdió la vida Puig Antich y en 1975 se asesinó por fusilamiento a tres militantes del FRAP y dos de ETA. Todo ello generó movilizaciones en el interior de cárceles y penales.

Fue sobre todo a partir de las grandes huelgas y paros solidarios por la Amnistía y las libertades cuando comprobamos también que se estaba ganando el pulso a sectores de la prensa del régimen, forzada a gotear noticias sobre las cárceles y presos políticos. Algo nada fácil años antes en los que el concepto mismo de preso de conciencia por actividades políticas, era negado por la dictadura y substituido por adjetivaciones como alborotadores, terroristas, maleantes y demás falsedades.

En cualquier caso y a día de hoy, más de cuarenta años después de la muerte de Franco y cuarenta después de la implantación del régimen del 78, adquieren triste relieve las consecuencias finales de la gran tergiversación: Libertad de Presos y Retorno de Exiliados, junto a la depuración de aparatos del franquismo (nuestra intransigente exigencia de entonces que llega hasta hoy) trocada por una Ley de Amnistía aprobada en 1977 y diseñada como Ley de punto final para el olvido del genocidio franquista y la absolución de sus responsabilidades. Aquel lamentable pacto entre los sucesores del Antiguo Régimen y la oposición leal al mismo, generó encrespados debates y fracturas en las cárceles de entonces y sus consecuencias siguen bloqueando buena parte de Memoria, Historia y Libertades en el presente.

24/04/2018


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