Por Antea Izquierdo.
Jamás el Régimen del 78 ha estado tan
débil; la monarquía, el capitalismo español, la élite de la
Iglesia Católica y los partidos del IBEX 35 (PP, PsoE y Cs) ven su
dominio en entredicho como no lo estaba desde hacía décadas; de ahí
la ofensiva represiva actual y la ampliación de la acusación de
terrorismo a todo lo que se menee: raperos, tuiterxs, peleas de bar,
personas que ponen urnas y votan, luchadorxs contra el Muro murciano,
activistas feministas, etc. Todo es terrorismo, todo es ilegal y todo
acarrea penas enormes de cárcel, multas colosales, palizas
indiscriminadas o te fuerza al exilio.
Han llenado de policías y guardias
civiles las calles de Catalunya, Murcia y cualquier localidad, barrio
o sector donde se cuestione su dominio de alguna manera; han
secuestrado urnas, quitado la autonomía a Catalunya y encarcelado u
obligado a exiliarse a muchos de los dirigentes del proceso, y aun
así estos días hemos vuelto a presenciar multitudinarias
manifestaciones el 11 de septiembre en Catalunya o en el aniversario
del Referéndum. Aunque las relaciones entre los actores políticos
catalanes son cambiantes y atraviesan etapas diferentes, la calle,
con los CDR en vanguardia, mantienen el pulso al estado español y
lanza un aviso a navegantes; o los partidos trabajan por avanzar
hacia la República o les pasarán por encima.
El importantísimo incremento electoral
en las encuestas de la extrema derecha (Cs) y la futurible irrupción
en el Parlamento de los holligans fascistoides de Vox arrojan un
espectáculo sombrío en el tablero político español; una izquierda
reformista timorata a la sombra del gobierno “progre” del PsoE,
un sindicalismo mayoritario paralizado desde hace décadas, una
izquierda radical (salvo en las nacionalidades históricas) pequeña
y sin perspectivas claras... dibuja un escenario complicado que los
próximos años verá dificultades para revertir los derechos
laborales y sociales que hemos perdido durante la crisis-estafa. La
política de gestos miedosos y de cara a la galería del PsoE (como
el tema del Valle de los Caidos) ya no engaña a nadie; el PsoE es
parte del problema, nunca de la solución.
La judicatura, las fuerzas del
(des)orden y los medios de (in)comunicación de masas mantienen la
represión mas cruel contra cualquiera que cuestione mientras tanto
el status quo, y los políticos del IBEX llenarán páginas de
declaraciones en defensa de las leyes ( de las que les interesan, no
de las que nos garantizan derechos) y contribuirán a apuntalar las
desigualdades y las injusticias mas extremas.
El 8M demostró la consolidación de un
movimiento feminista que paró cientos de ciudades y organizó a
millones de mujeres; el cuestionamiento de los sistemas capitalista y
patriarcal nunca ha sido tan masivo como ahora. La lucha por unas
pensiones dignas ha sacado a la calle también a cientos de miles en
todo el estado, mostrando el hartazgo de la población con un PP
prepotente y lleno de ladrones que despilfarraron (mientras
gobernaron en Madrid y aún ahora en sus CCAA) los recursos públicos
mientras se enriquecen a nuestra costa y un PsoE que, bajo presión,
será capaz de mínimos cambios cosméticos pero nunca de
transformaciones de raíz que dignifiquen los ingresos de nuestras y
nuestros mayores. Y Catalunya, como decía, mantiene un proceso de
movilización, autoorganización y radicalización que ha supuesto un
antes y un después en la relación con el resto del estado español
y que no ha cedido terreno ante la represión.
Un Estado que solo encuentra salida en
la represión mas encarnizada deja patente su debilidad mas aguda; si
la izquierda mayoritaria se sumara de manera decidida a la lucha que
mantenemos en soporte de estas y otras luchas la izquierda radical y
el sindicalismo combativo, sin transacciones ni contemporizaciones
con el poder, podría suponer la ruptura mediante la lucha con ese
Régimen surgido de los rescoldos del franquismo. Lejos de eso, me
temo que la apertura del nuevo ciclo electoral no hará mas que
forzar a la izquierda reformista a no salirse demasiado de los
estrechos márgenes discursivos y los lugares comunes para evitar
quedar descolgados y que los motejen de “radicales” o
“antisistema”. Lejos quedaron esos tiempos en los que la
izquierda comunista defendía en primera linea derechos sociales y
políticos de primer orden y no tenía problema alguno en dejar claro
que su intención no era la de apuntalar el sistema, sino el de
destruirlo para levantar sobre los cimientos un orden social mas
justo y libre. Las labores que tendremos por delante serán las de
reconstruir lenta y pacientemente una izquierda con nuevas claves
para la transformación social, que cuestione el sistema capitalista
y el estado desde herramientas que, si bien sean actualizadas y
adaptadas al contexto, no pierdan de vista la herencia política de
casi 200 años de organización de nuestra clase social y toda la
historia que lleva aparejada, con sus errores y sus aciertos.
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