Desde el Colectivo Anticapitalista de Burgos nos desplazamos hasta Pamplona (con escala en Altsasu) para formar parte de una marea humana que bloqueó la ciudad durante horas.
Imágenes difíciles de borrar para un corazón militante: calles desbordadas, tráfico completamente paralizado, diversas corrientes de izquierda, organizaciones y personas independientes de todas las edades y territorios del Estado unidas por un reclamo común: ALTSASUKOAK ASKATU! (Libertad para lxs de Altsasu!).
Una manifestación que marca un hito en la historia de Navarra y que lanza un mensaje claro al Estado: “aquí hay un pueblo diverso, organizado y movilizado que no bajará la cabeza frente a la represión”. Y es que el montaje policial, la criminalización mediática y el ensañamiento judicial son tan terribles que cuesta creer qué puedan ser aceptados sin más. La misma Amnistía Internacional (que no en vano ha solicitado participar como observadora en el juicio) ha subrayado la desproporción del caso. Entre otras.
Pero repasemos los hechos:
Más de 500 días en la cárcel a la espera de un juicio que ha resultado ser una burla para la democracia:
En primer lugar, enmiendan los atestados de Guardia Civil y Policía Foral, entonces la Audiencia Nacional encarga un informe ad hoc que justifique la imputación por terrorismo.
La jueza no acepta pruebas y testigos fundamentales de la defensa de los jóvenes.
A pesar del juicio mediático previo, y una vez mostrados los evidentes vínculos de la jueza con una de las partes -cuestión que menoscaba su debida imparcialidad- se deniega su recusación.
Un juicio donde ni siquiera los testigos de la acusación han reconocido a los acusados como agresores, donde la desproporción, la distorsión y la exageración campan a sus anchas.
Y todo ello se justifica porque después de una pelea de bar aparecieron las primeras cámaras. Varios medios de prensa estatales empezaron a hacer circular la versión de una “turba” que por poco había intentado descuartizar a los guardias civiles. El número de participantes en la reyerta fue bajando con el paso de los días, hasta que la turba dejó de serlo y se convirtió en un grupo de presuntos terroristas juveniles que seguían las consignas de un movimiento antimilitarista (Ospa) que, a su vez, obedecía ciegamente las órdenes dadas desde algún lugar del monte por un grupo terrorista (ETA). En resumen, los que se habían pegado a las cinco de la mañana con los dos agentes de paisano no eran chavales normales en pleno furor de la madrugada, sino un comando navarro que buscaba la expulsión de la Benemérita de esta tierra porque ETA así lo había decretado.
El papel de los medios de comunicación no puede quedar en un segundo plano, pues se han convertido en voceros de este montaje policial, no solo han recalcado la mentira una y otra vez, repitiendo de manera constante “Todo es ETA” sino que también han querido mostrar a todo un pueblo enfrentado, y lo han hecho sin ningún pudor, en las páginas amarillas y llegando a las cámaras ocultas, sin ética ninguna. Silenciando, a su vez, las muestras de solidaridad de miles de personas, mientras daban veracidad a las palabras de odio y las justificaciones de esta acusación que se han hecho fomentando la violencia hacía estos jóvenes, sus familias y todas las personas que han mostrado su solidaridad.
La distorsión mediática ha sido tan brutal que incluso pequeños gestos de solidaridad como el de nuestra compañera Antea Izquierdo, concejala en el Ayuntamiento de Burgos, que aprovechó un pleno municipal para mostrar una camiseta en apoyo a lxs detenidxs, han suscitado reacciones de una extraordinaria violencia.
Frente a este clima, hacemos nuestras las palabras de una de las madres de los chicos de Altsasu: «lo que está en juego no es solo el futuro de nuestras hijas e hijos. Están en juego los derechos y principios democráticos, como la presunción de inocencia, el derecho al juez natural, el uso no extensivo de la ley, el principio de proporcionalidad, o el derecho a la defensa y a un juicio imparcial. Debemos preguntarnos si se debe permitir que la sobreactuación mediática, política y judicial desgasten las bases democráticas mediante el abuso de poder»
El caso Altsasu es un ejemplo más de las actuaciones del Estado, que tienen como fin imponer el miedo para mantener una sociedad sumisa, sin libertad de pensamiento. No solo han encarcelado a ocho chavales durante más de 500 días a la espera de juicio, sino que lanzan un mensaje de odio contra todas las que luchamos contra sus políticas criminales y por un mundo más justo. Intentan acallar cualquier voz discrepante, pero hemos de demostrarles que no lo van a conseguir, la única forma es salir a las calles, auto-organizarnos y seguir luchando; ellos controlan los medios de comunicación y el aparato represivo, pero nosotras tenemos la fuerza, somos muchas las que llenamos las calles desbordándolas de solidaridad y vamos a convertir la rabia en dignidad y lucha.
En el próximo capítulo de este Cuaderno de Viaje, analizaremos el hilo siniestro que une el caso de lxs chicxs de Altsasu, con la criminalización de los CDRs, el encarcelamiento de twiterxs, raperxs y más, y la represión al movimiento popular en Euskal Herria desde principios de los 80.
Continuará.
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