Este año, el día internacional de las luchas de las trabajadoras se desarrolla en un contexto de fuerte excepción: la grave crisis social y sanitaria asociada a la pandemia de coronavirus (COVID-19) y la situación de estado de alarma que ha implicado medidas de confinamiento y severas restricciones a la circulación de personas.
En este contexto, no nos enfrentamos sólo a una crisis sanitaria, aunque ésta sea grave y dramática; la crisis sanitaria forma parte de una crisis más amplia del sistema capitalista mundial que evidencia radicalmente la contradicción capital-vida.
- Una crisis producto de las contradicciones del capitalismo
El COVID-19, al igual que el SARS-COV-1, surgido a principios de la década 2000 y que causó el brote de 2002-2004, tiene un origen zoonótico, lo que significa que el virus alojado en los animales ha saltado la barrera de la especie y ha infectado a los seres humanos. Es cierto que las zoonosis tienen diferentes modos de transmisión, pero también que existe consenso científico en que las enfermedades de origen zoonótico están relacionadas con la destrucción de los ecosistemas, la deforestación y la conversión indiscriminada de tierras silvestres para la explotación agrícola, ganadera, minera, maderera, la urbanización acelerada o la construcción de infraestructuras como puentes carreteras y embalses, que destruyen las barreras naturales y aumentan la exposición humana a patógenos que de otro modo permanecerían aislados en esas áreas.
Es decir, virus y pandemias como la del COVID-19, serían en gran medida las consecuencias no deseadas de la voracidad depredadora del sistema de acumulación capitalista. Su rápida propagación a nivel mundial se vería favorecida por el tráfico aéreo masivo, el turismo indiscriminado y la ultra-urbanización de las sociedades.