Acacio Puig
En el 80 Aniversario de una derrota que parte del memorialismo sigue denominando La Retirada, parece conveniente revisitar temas que marcaron el desarrollo de la República, la Guerra y la Revolución, en la España de 1936-1939. El objetivo no es otro que apuntar asuntos que reactiven la reflexión militante y rescaten la verdad histórica.
1.-La dinámica abierta por las elecciones de 1931 estuvo vertebrada a la liquidación de la monarquía, el establecimiento de las plenas libertades democráticas y la solución de tareas pendientes propias de una revolución burguesa nunca concluida en España.
Las circunstancias internas e internacionales determinaban que en esas primeras décadas del siglo XX, dichas tareas se encabalgaran en un proceso de transformación revolucionaria: Revolución Social para unos (CNT) y Revolución Socialista para otros (POUM).
2.-La extrema tensión entre clases sociales antagónicas desvelaba la imposibilidad de consolidar pausadamente una República Democrática. En semejante hervidero, las políticas prudentes y de lenta cocción que pretendían abordar la Reforma Agraria, depuración de Ejército y fuerzas de orden público, el desarrollo industrial y creación de empleo, la solución a problemas de naciones sin estado… no prosperaron. El atraso y la presión conservadora se producían en un contexto internacional de consolidación del fascismo en sus variantes italiana y alemana y la amenaza inminente de nueva guerra interimperialista.
Las políticas meramente democráticas se revelaron un fracaso. Las pretensiones de “ponerle puertas al campo” fueron factores retardatarios y desmovilizadores que finalizaron con un trágico coste para las clases populares: tres años de guerra y victoria de un régimen militar-fascista que perduró hasta la muerte del dictador en 1975 y dejó una pesada herencia que sigue determinando nuestro presente.
3.-El alzamiento reaccionario del 18 de julio de 1936 contó desde el primer momento con el apoyo militar del fascismo italiano y el nazismo alemán de modo que la República fue víctima de un combate desigual producto de la política de “no intervención”.
En la política de “no intervención” chapotearon las democracias capitalistas occidentales y durante el decisivo período inicial, la propia Unión Soviética.
Nadie deseó ver lo inevitable, que la Guerra de España era el primer capítulo de la Segunda Guerra Mundial. Un banco de pruebas bélico abandonado a su suerte por la inoperante Sociedad de Naciones y también por la Francia del Frente Popular, en permanente acoso conservador como revelaría en 1940 el colaboracionismo del régimen de Vichy.
4.-La política gubernamental resumida en Ganar la guerra… “y luego ya veremos” resultó suicida. No respondía a la dinámica interna del movimiento de masas, precisamente el que inventando milicias, había logrado frenar el golpe y decantar sectores significativos de ejército a favor de la Republica y su legitimidad.
Se implementó así una política que haciendo abstracción de la situación española y de la creciente amenaza que ya se cernía sobre Europa, confundió un golpe militar en toda regla y en connivencia con la iglesia y la derecha política, con un simple pronunciamiento de “militares republicanos conservadores”.
La falsa dicotomía internacional “aliados versus fascistas” enmascaraba una nueva guerra interimperialista que resultó más destructiva que la Gran Guerra de 1914-1918. Sus primeros movimientos eran visibles en España. Se prefirió ignorarlos como se ignoraron las primeras ofensivas del nazismo en Europa a pesar de su ascenso en 1933 y la consolidación de Mussolini desde 1920. Una triste estrategia de disimulo…”por si acaso”, inserta en el pánico ante un nuevo bolchevismo.
La Unión Soviética estuvo inmersa en esa quimera. El pacto germano-soviético del 21 de agosto de 1939 expresaba perfectamente los límites de la geoestrategia estalinista que había definido su política respecto a la guerra y revolución española: en definitiva, una opción por mantener el satu quo por encima de análisis y principios solidarios internacionalistas.
5.- Combate defensivo a la reacción y ofensivo a la revolución. Las fuerzas mayoritarias del Bloque Republicano defendieron la opción del combate a la defensiva, idealizando contenidos y posibilidades de una república democrática aislada y en guerra y reprimiendo pronto a las fuerzas minoritarias del mismo Bloque: presionando a unas (CNT) y destruyendo a otras (POUM).
El estalinismo definió con precisión a su enemigo (el POUM) el trotskismo no reconoció a su partido amigo (el POUM) y se diluyó en una política de escasos resultados.
La ofensiva contrarrevolucionaria logró la inflexión del empuje transformador durante las jornadas de mayo de 1937 en Barcelona (de entre los muchos estudios disponibles recomendamos el de Miguel Romero –la Guerra civil española/capítulos 3 y 4 crítica&alternativa, 2006).
6.- La estrategia militar de la República abundó en errores de bulto al optar en exclusiva por el ejército popular y el desarrollo de una estrategia clásica con epicentro de mando en “militares de escuela”. La opción ejército-contra ejército no resultó.
Una combinación inteligente de Milicias, Ejercito Popular y Guerrilla en las retaguardias, tal y como definió Abraham Guillén en Errores político-militares de la República, habría sido mucho más acorde a la situación bélica.
Abraham, miliciano libertario, después comisario de guerra en el IV ejército al mando de Cipriano Mera, detenido, condenado a muerte, evadido y finalmente exiliado, escribió en ¿Frente continuo o discontinuo?:
“ La batalla de Andalucía y Extremadura debía ser ganada por los republicanos españoles, no en compactas formaciones de soldados regulares (…) sino uniendo el ejército al pueblo en armas (…) el bando más débil nunca debe batirse con la misma táctica que el fuerte (…) el primer escalón del ejército republicano debería haber transformado los grupos de autodefensa en guerrilla semipermanente (…) el segundo escalón –apoyado por las guerrillas- desarrollando milicias ofensivas, el tercero, constituido como ejército popular regular, hacer la guerra de liberación en todo el país (…) si se combinan estratégicamente los tres escalones (…) no hay ejército regular que pueda ganar la guerra contra un pueblo en armas”.
7.-La intervención extranjera no fue precisamente simétrica sino muy desfavorable al campo republicano.
Tomando como base el excelente estudio de José María Maldonado (2009, colección Amarga Memoria, edición del Gobierno de Aragón) destacamos los siguientes datos que Maldonado avala con toda suerte de fuentes, al tiempo que subraya el peso de la aviación en el desenlace de la Guerra de España.
La aviación franquista contó con no menos de 880 aparatos de procedencia italiana (bombarderos, cazas, hidroaviones…) y los de procedencia alemana 227 bombarderos y 770 de todo tipo (aviones caza, de trasporte…) a los que se añadían los 1828 del ejército franquista.
La aviación republicana no llegaba a los 1000 aparatos. Básicamente los 657 aviones soviéticos y los 929 fabricados en Catalunya.
La superioridad del conjunto fascista en guerra aérea (en aparatos y pilotos) y su capacidad de destruir objetivos militares y civiles, era pues aplastante y la guerra aérea aparecía como elemento muy decisivo en las “guerras modernas”.
Cita también Maldonado el estudio del investigador Angelo Emiliani, que en 2007 señalaba en su ponencia al congreso Novi-Ligure, Alessandria el cálculo de 100.000 hombres italianos implicados en la guerra de España, en tierra como infantería y en marina. Se trataba pues de hombres armados, mientras que los efectivos que integraron las Brigadas Internacionales (Luchadores por la Libertad) oscilaron entre los 32.000 y 35.000 combatientes, que evidentemente llegaron a España sin armas ni formación militar.
8.-En marzo de 1939 cayó Madrid y los últimos baluartes republicanos (el 29 Madrid, el 30 Valencia, EL 31 Alicante, Murcia y Cartagena). En Catalunya todo había concluido el 8 de febrero de 1939 en que el general Rojo firmaba la orden de retirada a los pasos fronterizos.
La hipótesis de una intervención aliada no fue confirmada por los hechos y 80 años más tarde nos parece ya momento de evaluarla como un pésimo cálculo dada la evolución posterior de la historia, tanto como el precedente que constituyó la nefasta política de “no intervención” y la estrategia soviética. El muy temprano reconocimiento del franquismo por Francia (Pétain fue su embajador ya en el Madrid de 1939) y el paso al colaboracionismo de la Francia de Vichy desde 1940 a la derrota en 1944 ilustraron meses después de la derrota la calaña de los supuestos “aliados”. La realpolitik de Estados Unidos y Gran Bretaña respecto a Vichy desbarataban a posteriori –desde la evidencia de 1940- cualquier hipótesis que confiara en el restablecimiento de la legalidad republicana por presión bélico-diplomática de esos gobiernos.
Gobiernos que favorecieron la pronta entrada de la España franquista en la ONU y contemplarían, indiferentes, el establecimiento de bases militares USA en nuestro territorio, pronto geoestratégicamente en disputa mediterránea desde el inicio de la Guerra Fría.
De modo que no había caso respecto a una posible intervención aliada porque el miedo a una España Roja era mayor que las supuestas convicciones “democráticas”.
9.- ¿Golpe de Casado? Precisamente fue el agotamiento de la resistencia durante tres durísimos años y lo apuntado anteriormente, lo que a estas alturas, exige otro formateo del llamado “golpe de Casado”, una caracterización de todo punto inexacta además de obsoleta.
El 1 de febrero de 1939 Casado voló a Valencia y se reunió con los generales Miaja, Méndez y Matallana, el 2 ya en Madrid, se entrevistó con Besteiro y días después recibió el apoyo anarquista por voz de Eduardo Val. Se trataba de rendir Madrid en una situación en que el Presidente de la República, Manuel Azaña, ya estaba en el exilio francés en tanto que Negrín, presidente de gobierno, abogaba por la resistencia numantina esperando aún la intervención aliada.
El 5 de marzo se creó el Consejo Nacional de Defensa apoyado por UGT, CNT, Besteiro y los socialistas, Consejo presidido por Casado. Se hacía
pública la disidencia respecto a la política de Negrín y el PCE. Disidencia que apuntaba hacia la rendición.
El litigio desencadenó feroces combates en Madrid que duraron hasta el 12 de marzo, concluyendo con la llegada de lo que quedaba del IV ejército al mando del anarquista Cipriano Mera. Mera, eficaz combatiente y hombre sensato rechazaba la exigencia gubernamental de inmolar “más pueblo” cuando ya no se disponía de posibilidades ni medios de resistencia.
La propia despedida en Barcelona de combatientes de Brigadas Internacionales el 28 de octubre de 1938 era ya una llamada desesperada a la intervención aliada y también un aviso de rendición republicana. De modo que la “resistencia numantina” en un Madrid agotado, era de todo punto quimérica, aunque los términos de la rendición honorable no fueran compartidos por el propio Mera, que conocía bien todos los intentos gubernamentales anteriores de negociar un armisticio. Todos habían fracasado.
Es por todo ello que seguir hablando de “golpe” a 80 años de distancia (como si hubiera sido la inesperada puntilla a no se sabe qué posible reversión de la derrota)…cabe considerarlo como un lamentable “eufemismo a la inversa”: usar el término brutal (golpe) sustituyendo al más acorde a los hechos (rendición) por afán de mantener una épica demolida por la caída en barrena de la defensa y la fuga al exilio de cargos gubernamentales y dirigentes políticos.
10.- Las mejores condiciones para la Revolución Social. Los tres años de resistencia popular armada al golpe fascista no tuvieron parangón en toda la Europa de entonces porque todos los elementos que nutren la lucha de clases revolucionaria estaban listos en el tablero social de España. Si a esa situación se le aplicó el “aún no hay condiciones” ¿Cuándo entonces?
La Revolución posible contaba con antecedentes de revoluciones fracasadas, también del éxito de la Revolución de 1917 (y el acervo de sus errores y degeneración). La concreta relación de fuerzas estaba modelada por la hegemonía de CNT y la presencia minoritaria del marxismo revolucionario del POUM. Ambos (junto a la izquierdización progresista de sectores del socialismo y la UGT) aparecían como garantía de una novedosa experiencia que podía materializar la Democracia Socialista en el sur de Europa.
Esa posibilidad alimentó el pánico de las democracias capitalistas y de una Unión Soviética enrocada en la política de “socialismo en un solo país” y preservación del statu quo. Sepultar la hipótesis revolucionaria no escatimó medios. Para unos la combinación de neutralismo-no intervención y coqueteo bajo cuerda con el franquismo, para otros, la ayuda militar limitada y controlada por comisarios atentos a la implementación de la represión, el descrédito y la liquidación física del socialismo revolucionario.
Por todo ello en este año 2019 sigue siendo pertinente la reconsideración de la derrota republicana en el 80 aniversario de La Retirada
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