Dentro de unos días se cumple el primer aniversario del 1 de Octubre. Ese día del año pasado tuvieron lugar dos sucesos unidos que han dado forma al contexto actual en Catalunya.
Los dos sucesos que ocurrieron fueron, por un lado, una movilización masiva y desobediente que llevó a votar en un Referendum a más de 2,000.000 de catalanes y catalanas con el resultado positivo a favor de una República catalana independiente del Estado español, y por otro, una invasión policial y militar de Catalunya por parte de miles de agentes de la Guardia Civil y la Policia Nacional que desplegaron una violencia inusitada contra todas las personas que acudieron a votar y a defender los colegios electorales con sus propios cuerpos. Los videos de aquella jornada recorrieron el mundo y han sido la muestra de que el nivel democrático del estado español es el de una democracia bananera de los años 50. El PP, el PSOE y Cs, con su aplicación del 155 y la defensa de la brutalidad policial y del unionismo español mas rancio, han hecho retroceder décadas los derechos y las libertades políticas. Muchas y muchos catalanes que no eran independentistas, lo son desde aquellos días.
Con una desgraciada lista de presos políticos encarcelados o en el exilio en busca de una justicia que no existe en la España del “a por ellos”, se mantienen en Catalunya los altos niveles de movilización que hicieron posible esos días. Ni cientos de heridos y heridas, ni cárcel, ni palizas policiales, ni 155, ni manipulación atroz en todos los medios de “comunicación” de masas; nada de eso ha conseguido detener el proceso histórico que se vive en Catalunya. Tales niveles de movilización, además del diseño de una estrategia colectiva que de pasos en la implementación de la voluntad del pueblo catalán expresada en las urnas el 1 de Octubre, son las tareas políticas del momento no solo para los partidos catalanes que no se quieran quedar descolgados, sino mas importante aun que ellos, son las tareas que tienen por delante los CDR y la clase trabajadora catalana. Solo mediante luchas unitarias que amplien su base social, que se liguen tejiendo redes y creando poder popular desde abajo, se comenzarán a vislumbrar los términos de la nueva fase que está por abrirse en el proceso catalán.
La izquierda estatal, mientras tanto, tenemos la obligación política y moral de adherirnos sin discursos vacuos a la defensa del derecho a decidir del pueblo catalán y de unos derechos y libertades que están en juego no solo allí, sino en todo el estado. Catalunya hoy, igual que Euskal Herria hace años, son los laboratorios de los partidos del Régimen del 78 para calibrar el nivel de ataques que pueden emplear contra quien se levante, se organice y luche. Nuestra pasividad en este tema se vuelve complicidad.
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