Difundimos, por su interés, un texto publicado por el activista LGTBi Eduardo Nabal en el blog Cuerpos Esféricos.
Dos
jóvenes burgaleses son increpados y asaltados durante las fiestas
del Curpillos. La violencia homófoba hace su aparición en las
calles de Burgos y se disparan unas alarmas que debieron existir hace
mucho tiempo. Pero lo que más llama la atención es el miedo a
denunciar de los dos muchachos que reconocen el ocultamiento
sintomático todavía en el seno de la ciudad del colectivo LGTB.
Esto
es sintomático de una enfermedad social que sigue, aún hoy,
instalada en suelo burgalés en los que se impone la vergüenza ante
la diversidad sexual. Adrián y Pablo, de 16 y 18 años de edad,
insultados y humillados por mostrar su afecto en público no quieren
darle más repercusión al hecho y el periódico Local sigue
utilizando palabros como “tolerancia” sin aludir a la homofobia
social y a un tipo de invisibilidad que favorece la impunidad de la
violencia contra las personas no heterosexuales, real o simbólica.
No es nuevo que en parques y zonas de ocio de Burgos se instale el
miedo a mostrarse tal y como se es y que como ha ocurrido en el caso
de Adrián y Pablo el odio por homofobia campe a sus anchas e incluso
haya quien haga la vista gorda ante sucesos aún más graves.
Aún
hoy la sociedad burgalesa, a pesar de los avances en todo el estado,
sigue muy en mantillas en cuanto al reconocimiento pleno de la
diversidad y las palabras de los ediles suenan un poco vacuas y
tardías cuando sigue sin reconocerse el 28 de Junio como Dia de
Reivindicación y sin ponerse a disposición de la gente más
vulnerable a este tipo de violencia los dispositivos necesarios para
superar y afrontar no solo a los violentos sino también ese miedo
social a denunciar o ser señalados.
El
consistorio que ahora se lleva las manos a la cabeza no ha hecho nada
por habilitar espacios lúdicos para gente LGTB ni información o
campañas específicas sobre sus derechos y libertades. Asignatura
pendiente.
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